BUFFET FREUD, edición actualizadísima

Editorial: PLANETA
ISBN: 950490307-X


Con un lenguaje que parece igual al de los profesionales, pero que visto de cerca revela ser disparatado, Rudy ofrece una selección de los "mejores trabajos de los miembros del BUFFET FREUD."
Comienza con una Historia del pago en psicoanálisis en la que no. enteramos de cómo se le pagaba al analista en tiempos de los faraones, los griegos y los romanos; sigue con dos ensayos sobre Edipo y la religión monoteísta, (parodia del texto de Freud, Moises y la religión monoteísta) en los que se demuestra el origen hebreo de Edipo e incorpora el inapreciable aporte del profesor brujo Nube Simbólica, quien en su artículo Carapálidas Curapálida nos explica cómo se practica el psicoanálisis en su tribu Psique-Psique (la las OBRAS COMPLETAS de Freud en señales de humo).
Los integrantes de Buffet Freud, con el inefable profesor doctor Karl Psíquembaum a la cabeza, escriben artículos teóricos, participan en mesas redondas, presentan casos clínicos y más que ninguna otra cosa, discuten constantemente entre sí sin ponerse jamás de acuerdo, tal como en las verdaderas corrientes de esa disciplina. El licenciado León Neurotsky, psicoanalista de izquierda (visto desde la puerta del consultorio), aporta su manifiesto sobre los Derechos de los neuróticos.
Toda la problemática del psicoanálisis de ayer, de hoy y de siempre, en clave de humor con lenguaje psi. Un libro ideal para regalar a su analista, a su supervisor, a sus pacientes y, por supuesto, su mamá.
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Buffet Freud

Lapsus linguae a la vinagreta
Lacanapés
Locatellis de todo tipo
Saladitos los honorarios
Kleinishes de papa
Complétzales de culpa
Carne de diván
Pecetos buenos
Bifreud de lomo
Petit-fourcios
Psicología de las massitas


Fragmento del Capítulo Fast-Freud (el caso Guido)

por el LICENCIADO ERNESTO PSÍQUEMBAUM (1)


Guido
A la primera entrevista Guido llegó con cincuenta minutos de retraso. Le pregunté qué le había pasado. Se encogió de hombros y me miró como diciendo "yo qué sé". Le dije que ya era tarde, que volviera otro día. Miró hacia las persianas de mi consultorio y me dijo algo así como:
—Pero todavía no cerraron.
Se fue.
Cerré la puerta. Me pareció oír un terrible golpe, como una patada de karate contra mi puerta, acompañado de unas palabras cuyo significado en japonés desconozco, pero en castellano son inequívocamente insultantes hacia la madre del destinatario.
Abrí la puerta. Estaba algo abollada. Pero debía haber esta¬do así desde antes. Aunque no lo recuerdo.
A la segunda entrevista Guido llegó con media hora de retraso. Le volví a preguntar por su tardanza
—Es que estaban dando "Killerdragon" en la tele —me explicó—, y no me lo iba a perder por venir acá. ¡Son unos dibujos coreanotailandeses que matan! Además, justo en este capítulo Noxo estaba por revivir a Congestiva, que era la princesa de los rinofágicos que se tenía que casar con Procul por orden de Cholaka. En realidad Cholaka era nieto de Procul y Congestiva, en el futuro era un dictador, pero ahora había vuelto al pasado pa¬ra asegurarse de que sus abuelos se pudieran casar y entonces él naciera, porque estaban los Kitos, que luchaban por la libertad, y querían impedirlo y...
—¿Y a vos te dio miedo de que no se casaran y el nieto no naciera? —pregunté, tratando de entender algo—. ¿Te daba culpa, pensabas que el nieto, que era un nene como vos, podía haber hecho algo que separase a sus abuelos, que son como los padres? ¿O que si vos no mirabas la tele ellos no se iban a casar?
—¡Pero nada que ver, nada que ver! ¡Me quedé a ver si pasaban la noche de bodas, el sexo explícito y todo eso! Porque en los programas para grandes, sólo hablan de sexo; si uno quiere ver un poco de sexo, tiene que ver los dibujitos para chicos.
Me di cuenta de que tenía atrasado mi reloj. Unos cuarenta años atrasado. O este chico estaba demasiado trastornado o yo estaba demasiado acostumbrado al relato de los adultos, que, en cuanto al sexo son muchos más cuidadosos con su lengua..., digamos con su lenguaje.
—Me parece que es muy pronto para hablar de sexo —le dije—, recién nos conocemos.
—¡Ja! ¡Ja! ¡Es lo mismo que le dijo Oxoto a Prepux el otro día después de que ella intentara practicar con él las ciento dieciocho posiciones venusinas y él le explicara que los arturianos machos no podían tener relaciones sexuales algunos días por mes porque estaban con la escuadra... con la escuadra de combate, claro!
Yo ya no entendía nada. Pero sabía que era muy importante ponerle límites a Guido. Y un límite era el horario. Ya era la hora.
—Bueno, Guido, dejemos acá por hoy.
—Está bien. Déme mi hamburguesa, mis papas y mi gaseosa y me voy.
—¿Qué?
—Que me dé mi hamburguesa, mis papas y mi gaseosa y me voy.
—¿Y por qué te voy a dar eso?
—No entiendo.
—¿Qué es lo que no entendés?
—Que usted me pregunte por qué me tiene que dar mi hamburguesa, mis papas y mi gaseosa. En todos los otros lugares que voy me los dan y listo, nadie me pregunta nada.
Lo había descolocado. Eso creía yo.
—Yo no te voy a dar nada de eso —insistí.
—¿Qué? ¿Usted no tiene "combos"?
—No
—¡Qué raro! Pero ahora entiendo por qué no vi a otros chicos haciendo cola. Así nunca va a progresar ¡Le falta marketing y management! O por lo menos franchising.
Le dio una furibunda e inequívoca patada a mi sillón. Antes de que yo pudiera decirle que todo lo que hiciera de aquí en más sería usado en su contra, se fue.
Yo me quedé. Empecé a extrañar el "ya empezás, ya empezás" del padre.
(...)

(1) Hijo del afamado profesor doctor Karl Psíquembaum. Le debe su nombre a que cuando él nació su madre acababa de leer La importancia de llamarse Ernesto.

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